
La impactante misión del párroco para reconstruir el templo y transformar vidas tras la DANA en Valencia

La reconstrucción de un lugar sagrado tras una catástrofe natural no solo implica restaurar las estructuras físicas, sino también sanar las heridas emocionales y espirituales de una comunidad. Esta es la tarea que enfrenta el párroco Joaquín Civera en la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat en Picaña, Valencia, tras las devastadoras inundaciones del pasado octubre. La historia de este templo es un reflejo de resiliencia y esperanza, un viaje de reconstrucción que abarca tanto lo material como lo espiritual.
El pasado 19 de mayo de 2025, la comunidad de Picaña celebró la reapertura de su templo, después de ocho meses de trabajos forzados para restaurar no solo la iglesia, sino también el sentido de comunidad y fe que se había visto amenazado por la tragedia. En medio de la devastación, el párroco Civera recuerda la tormenta que transformó su mundo en cuestión de minutos: “Pasamos de estar listos para celebrar la eucaristía a encontrar una iglesia completamente destrozada, con el agua alcanzando los 3,80 metros”, relata.
La fuerza de la comunidad en momentos de crisis
La DANA (depresión atmosférica en niveles altos) que asoló Valencia no solo causó daños materiales, sino que dejó tras de sí un manto de tristeza y desasosiego entre los feligreses. Sin embargo, en medio de la tormenta, emergió la solidaridad. Gracias al esfuerzo conjunto de voluntarios y comunidades cercanas, la iglesia pudo comenzar a celebrar sacramentos apenas cuatro días después del desastre. “El sábado ya estábamos de vuelta, usando solo la luz de nuestros teléfonos móviles”, recuerda el P. Civera, destacando el espíritu indomable de la comunidad.
A pesar de este esfuerzo, la iglesia sufrió daños significativos: no solo se destruyeron las estructuras físicas, sino que también se presentó un hongo nocivo que obligó a los feligreses a trasladar sus celebraciones a un local cultural cedido por el ayuntamiento. Durante casi ocho meses, la comunidad se reunió en un espacio que, aunque adecuado, carecía de la sacralidad que un templo proporciona.
Un tiempo de desierto litúrgico
La experiencia de celebrar los sacramentos en un entorno tan poco litúrgico tuvo un impacto emocional en los feligreses. “Era un lugar frío y distante, donde se realizaban conciertos y bailes, y no se sentía la esencia de lo que es la misa”, comenta el párroco. Esto llevó a vivir una Navidad y una Semana Santa particularmente deslucidas, donde no pudieron encender el cirio pascual debido a los sistemas de seguridad del local.
- La misa navideña se celebró sin los adornos y tradiciones típicas.
- El ambiente de la Semana Santa se vio empañado por la falta de espacio adecuado.
- Los feligreses se sintieron desconectados de su fe durante estos tiempos difíciles.
Luces en medio de la destrucción
A pesar de la adversidad, el P. Civera encontró formas de traer esperanza a su comunidad. Durante el Viernes Santo, decidió trasladar el Vía Crucis a las calles de Picaña, un acto simbólico que unió la Pasión de Cristo con la realidad que enfrentaban. “Cada estación del Vía Crucis se convirtió en una representación de nuestra lucha”, dice el párroco, quien adaptó el recorrido para vincular la historia de Jesús con la experiencia de los feligreses.
El Vía Crucis fue especialmente conmovedor, ya que se procesionó con uno de los cristos de la parroquia que, al igual que muchas imágenes, había sido dañado por las inundaciones. Sin embargo, tres imágenes milagrosamente sobrevivieron: San Pedro, San Pablo y la Virgen de Montserrat, que se convirtieron en símbolos de esperanza para la comunidad, representando la providencia divina en medio de la tragedia.
Un nuevo comienzo para la comunidad de fe
Con la reapertura del templo, el P. Joaquín Civera tiene claro que la tarea no solo es reconstruir las paredes de la iglesia, sino también restaurar el espíritu y la unidad de la comunidad. “No se trata solo de reconstruir las piedras, sino de reconstruir las piedras vivas que somos nosotros”, explica a sus feligreses durante la misa de reapertura.
Este nuevo comienzo es visto como una oportunidad para revitalizar la vida espiritual de la parroquia. “La celebración de hoy no es un evento aislado. Es un nuevo comienzo. Ahora debemos comenzar a restaurar y a restaurarnos a nosotros mismos”, enfatiza Civera, subrayando la importancia de la fe y la comunidad en el proceso de sanación.
Desafíos y oportunidades en el camino de la reconstrucción
A medida que avanza el proceso de reconstrucción, la comunidad enfrenta varios desafíos, incluidos:
- Financiamiento para la restauración completa del templo.
- Superación del trauma emocional causado por la inundación.
- Fomentar el compromiso de los feligreses en actividades comunitarias.
Sin embargo, también hay oportunidades para el crecimiento y la renovación. La comunidad ha aprendido a valorar aún más su fe y la importancia de apoyarse mutuamente. La experiencia de la inundación ha forjado lazos más fuertes entre los feligreses, creando una comunidad más unida y resiliente.
La historia de la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat en Picaña es un testimonio del poder de la fe y la comunidad ante la adversidad. Mientras los feligreses continúan su camino hacia la restauración, el testimonio del P. Civera y su congregación se convierte en un faro de esperanza para todos aquellos que enfrentan desafíos similares en sus propias vidas.
Un ejemplo inspirador se encuentra en el siguiente video, que documenta la experiencia de la comunidad en este tiempo de crisis:
La historia de Picaña demuestra que, aunque la destrucción puede parecer abrumadora, siempre hay espacio para la luz, la comunidad y la fe, elementos vitales en el viaje de reconstrucción que se lleva a cabo día a día.
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